dimecres, 9 de febrer del 2011

Una lección de periodismo

Es la que nos ha dado el "caso Vigalondo". Tamibién conocido como "Holocausto Vigalondo".
Resumiendo, para el que no esté al tanto:
Nacho Vigalondo es un director de cine que, entre otras actividades, ha organizado una campaña publicitaria de EL PAÍS y escribe un blog en ese mismo diario.
La semana pasada, jugando con su Twitter decidió provocar para ver cómo reacciona la comunidad de los pajaritos con un comentario privado (y obviamente en guasa, como luego explicó). El ejercicio era sencillo: negar algo que todo el mundo acepta como cierto y que es un tabú, el holocausto.
Una apreciación: el holocausto existió, pero se ha convertido en un tabú que nadie puede negar.
EL PAÍS, ante la oleada de críticas decidió dar de baja la colaboración del cineasta por los motivo que exponía la Defensora del Lector el pasado domingo.
Toda una lección de periodismo en el blog de Nacho porque explica cómo se gestan muchas noticias basadas en rumores, cotilleos o famoseo: "un famoso niega el holocausto, qué fuerte!" o "mira que hacer bromas a costa de un genocidio"... todo muy periodístico.
Todavía me planteo por qué se empeñan en llamar noticias-información-periodismo a lo que es meramente cotilleo: ¿son realmente relevantes las bromas que haga una persona en su red social?
Si Vigalondo fuera un negacionista y estos tweets nos ayudaran a saberlo, lo podría entender. La gente tiene derecho a saber qué ideología se esconde detrás de cada personaje público, especialmente si colaboran con un periódico que se atribuye una determinada carga ideológica (progresista, demócrata de toda la vida...).
 Pero no es el caso. Sencillamente se trata de una provocación y todos han caído (incluso yo).
Luego viene la lectura social o ética: EL País no acepta bromas sobre el holocausto. Correcto. Las ha hecho Vigalondo en El País? yo creo que no. Es como si te tiraran de tu empresa por criticar el aborto en twitter y tu jefe sí que estuviera a favor. No veo la correlación. Yo creo que la gente es capaz de disociar por un lado qué es EL País y qué es Vigalondo.
Pero sigamos y es aquí donde he visto más reacciones comunes: "no se pueden/deben hacer bromas del holocausto. Es una falta de respeto. Es tener mal gusto. Es aprovecharse del débil. Es insultar".
Desde luego, esto me ha dejado asombrado. Primero porque el comentario del cineasta no era para burlarse del holocausto, sino para burlarse de toda la troupe mediática que salta en seguida vigilando lo políticamente correcto y mostrando lo absurdo que es ser negacionista.
Pero yo me pregunto, ¿opinaba lo mismo EL PAÍS cuando se publicaron las viñetas de Mahoma en el periódico Jyllands-Posten?
El humor entendido como sátira social se basa en ridiculizar posiciones o situaciones que siempre están revestidas de seriedad. Es una especie de filto para desmitificar ideas, personas, hechos y, otras veces, sirven para decir cosas que muchos piensan pero no se atreven a decir.
Así, hay sátiras sobre la religión. ¿Se deberían evitar porque faltan al respeto? Yo creo que no. En todo caso nos parecerán de mal gusto (a mí la de Vigalondo me parece de mal gusto), pero muchas veces nos ayuda a reflexionar de una manera gráfica y contundente. En este caso hemos visto cómo los medios de comunicación invaden la privacidad, descontextualizan y amarillean generando nexos de causalidad sin acritud alguna. Un poco la idea sería: El País da cobijo a negacionistas.
Para mí, lo más triste es que el caso Vigalondo demuestre como en la edad de la información y la libertad seguimos manteniendo tabúes como en las sociedades prehistóricas.

Benvinguts! Welcome!

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Abadia de Thuin